COMO AYUDAR A LOS NIÑ@S A GESTIONAR SUS EMOCIONES
Como ayudar a
los niñ@s a gestionar sus emociones
Las emociones
son algo fundamental en nuestra vida, son la
reacción subjetiva al entorno que nos rodea. Cada persona experimenta la
emoción de forma individual, influenciada por sus experiencias vividas
anteriormente y dependiendo del aprendizaje, el carácter y de la situación en
la que se den. Las emociones desencadenan unas reacciones fisiológicas y de
comportamiento que son innatas, pero otras pueden ser adquiridas. Por esto
último, una buena gestión emocional desde la infancia es tan importante.
Hemos crecido
en una sociedad que fomenta más la represión que la gestión de determinadas
emociones, sobre todo con las emociones negativas. Con los niños, muchas veces
oímos decir a los adultos, “No tengas miedo”, “No llores”, “No te
enfades”… las emociones necesitan ser expresadas y mostradas de una manera
saludable, y los adultos somos los responsables de enseñar a los niños cómo
hacerlo.
Una buena gestión emocional ayudará a los niños a desenvolverse mejor en la sociedad, a tener un buen autocontrol, a regular sus emociones positivamente, se sentirán así mejor con ellos mismos, y ello les beneficiará a la hora de relacionarse, de tomar decisiones, en la resolución de problemas personales e incluso académicamente.
Una buena gestión emocional ayudará a los niños a desenvolverse mejor en la sociedad, a tener un buen autocontrol, a regular sus emociones positivamente, se sentirán así mejor con ellos mismos, y ello les beneficiará a la hora de relacionarse, de tomar decisiones, en la resolución de problemas personales e incluso académicamente.
Los padres son
una parte fundamental en este proceso, donde recae
la mayor responsabilidad de la enseñanza de estas habilidades emocionales,
pero también influirán otras figuras cercanas, otros adultos, como tíos,
abuelos, profesores… y para ayudar a todos ofrecemos algunas posibles pautas a
seguir a través del desarrollo emocional del niño.
Las etapas
infantiles y las emociones
Comenzamos de
los 0 a los 2 años donde nos centramos en darle los cuidados necesarios al
niño, un apego seguro basado en el cariño y la plena atención a sus
necesidades. En esta etapa es importante es aprender a leer lo que le pasa, lo
que necesita, lo que está ocurriendo en su mundo emocional, si está contento o
enfadado, o si le duele algo y comenzar a entender el lenguaje de las emociones,
si está enfadado porque tiene sueño o tiene hambre y sobre todo los adultos
tener esa disponibilidad de poder cubrir esas necesidades.
A partir de los 2 años comienza una mayor interacción con otros, tanto adultos como con iguales, y podremos ir introduciendo en los pequeños el reconocimiento de sus emociones. Comenzaremos enseñándoles las emociones básicas, como la tristeza, la alegría, el miedo, el enfado. Surge en los niños una emoción que puede costar manejar a los adultos, el enfado o rabia, donde tendremos que empezar a corregir cuando pegue a otros o grite cuando algo se les niegue, procurándole otras opciones donde pueda ir aprendiendo como controlar ese sentimiento sin desbordarse.
Un método muy sencillo para ello es la utilización de dibujos con caras que demuestren esos sentimientos e ir preguntando al niño si sabe qué le pasa a cada cara y por qué cree que se sienten así.
A partir de los 3 o 4
años los niños aprenderán a nombrar las emociones de manera habitual. Los padres deben aceptar y respetar las emociones de
los niños, escuchándolos y ayudándoles a saber expresar sus sentimientos, como
por ejemplo: “Te veo asustado, cuéntame qué es lo que te da miedo”, de este
modo identificamos y damos nombre a su sentimiento, en este ejemplo el miedo o
susto, le hacemos razonar qué se lo ha provocado y así puede aprender a
expresar en voz alta de manera natural su sentimiento. Si se le ve con
dificultad para ponerle nombre a la emoción o la causa le facilitaremos el
vocabulario oportuno para que lo aprenda poco a poco y no les falten recursos.
Otra manera de que
aprendan a identificar emociones y a normalizar hablar de ellas es contándoles nuestras
emociones, tanto las positivas como las negativas, por ejemplo: “Hoy estoy
enfadado porque se me ha roto el coche y he tenido que ir al taller para que me
lo arreglen y no he podido hacer mis tareas”, con ello le mostramos como
expresar sus emociones de manera adecuada y que no es malo mostrar cómo se
siente cada uno. A partir de los 4 o 5 años los niños pueden contextualizar
mejor sus emociones.
Entre los 5 y los 10 años aprenderán a afrontar las emociones, podemos ayudarles mostrándoles que es mejor expresar con palabras lo que nos molesta que pegar o gritar. En esta etapa desarrollarán su empatía, que podemos reforzar haciendo que se pongan en el lugar del otro, razonando con ellos cómo se sienten otras personas, por ejemplo, si son desagradables con alguien preguntarles cómo cree que se siente el otro tras hacerles eso.
En todas las etapas es
fundamental una buena comunicación, fomentar la reflexión sobre sus actos,
preguntarles para hacerles razonar las cosas, o a través del juego… debemos
fomentar que aprendan a expresar sus emociones, sentimientos, opiniones para
mejorar también su manera de dialogar. Otro punto importante es enseñarles a
escuchar, que aprenda a guardar silencio cuando les hablan y a tener una
escucha activa hacia los demás, lo aprenderán por medio de su propia
experiencia, lo favorecemos hablándoles despacio, de frente y procurando
comprobar que han entendido lo que se les dice acabando con un “¿Has
entendido?”, “¿Te parece bien?”.
Debemos potenciar que el niño desarrolle sus propios recursos, por medio de reflexiones sobre situaciones que le ocurran, por ejemplo: “Comprendo que te hayas enfadado con tu amiga por lo que hizo, ¿ qué harías si lo vuelve a hacer?, ¿te sentirías mejor si cambiases eso?”, también se le pueden dar recursos a través de ejemplos propios, “Es tu primer campamento, veo que estás asustado, cuando yo fui por primera vez también tenía miedo, te contaré algunos trucos que a mí me ayudaron”.
A partir de los 10 comienza a cobrar más importancia las denominadas emociones secundarias, como la vergüenza, la ansiedad, el amor… aquí es primordial la buena comunicación, poder hablar con ellos libremente de lo que sienten, lo que les avergüenza, o les da ansiedad y ayudarles a saber afrontar estos sentimientos más complejos.
Por otro lado, comienzan las demandas por su parte, hay que enseñarles que la familia es un sistema y para conseguir cosas hay que saber dialogar, pactar y acordar lo que se hace de manera democrática, para que luego sea capaz de llevar estas acciones al resto de su vida en sociedad.
Las emociones estarán con nosotros toda la vida, influyendo en nuestro día a día, en nuestras decisiones y en nuestro modo de actuar, por ello si ayudamos a nuestros hijos a conocerlas, comprenderlas y saber expresarlas de manera sana les estaremos ayudando a conseguir un mejor porvenir.
Autora Bárbara Quijada